Carballo a un paso

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La estanquera de A Milagrosa

El estanco de A Milagrosa lleva ya medio siglo abierto. Su responsable, Susa Piñeiro, recuerda los tiempos en los que el tabaco se vendía en cuarterones.

Pilar Martín, la fundadora del estanco de A Milagrosa

Pilar Martín, la fundadora del estanco de A Milagrosa

Ya se sabe: en casa de herrero, cuchillo de palo. Ni Susa Piñeiro, ni sus dos hijos ni su hija, fuman, a pesar de los cientos de marcas de tabaco de todos los tipos (cigarros, puros, puritos, de picadura y hasta de sabores) que se pueden encontrar en su estanco. Fundado en 1963 por su suegra, María del Pilar Martín, en un bajo al lado de los ultramarinos Francisco, en el barrio de A Milagrosa, el suyo es el segundo estanco más antiguo de Carballo.

A medida que vamos hablando con más y más comercios de esos de toda la vida de Carballo, descubrimos denominadores comunes. La mayoría llegaron a nuestros días con una mujer al frente. Pilar Martín, la fundadora del estanco de A Milagrosa, ya había tenido otros negocios en el pueblo, como la cafetería Capri que, allá por los años 50, estaba emplazada delante de la estación de la vieja estación de buses, o la tienda de ropa infantil Rosazul, en la calle Coruña, donde incluso se le cogían los puntos a las medias.

Cuando se fumaba caldo de gallina

Tabaco en picadura

Tabaco en picadura

En el año 63, el Estado le concedió a Pilar la titularidad del estanco número 2 de Carballo. A través de la historia de este estanco, nos sorprendimos descubriendo una parte de la historia de Carballo que hasta ahora no habíamos encontrado, la de nuestros hábitos más cotidianos. Desde los tiempos en los que la clientela estaba conformada mayoritariamente por hombres mayores fumadores de tabaco negro en picadura como el "caldo de gallina" (los míticos Ideales) o la Picadura selecta,  hasta la incorporación de las mujeres al hábito fumador, allá a finales de los setenta y principios de los ochenta,  y la extensión del tabaco rubio en el mercado. Desde aquellos años en que el tabaco se vendía por medias libras (225 gramos) y cuarterones (120 gramos), hasta la generalización de los cigarros y la recuperación, ahora de nuevo, del tabaco de picadura por ser más barato.

A Milagrosa en los años 60

Susa Piñeiro, la actual responsable del estanco

Susa Piñeiro, la actual responsable del estanco

Aquel barrio de A Milagrosa al que llegó Pilar en aquellos años 60 era muy diferente al actual. Muchos de los edificios que ahora lo llenan estaban sin construir. Aunque el barrio ya tenía una identidad propia. La gente de aquí consideraba que iba a Carballo cuando cruzaba el río, el Anllóns, para ir al centro. Pilar, que era una mujer emprendedora, vendía en su negocio algo de todo: el tabaco convivía con periódicos y revistas, y con productos de bisutería, de perfumería o incluso relojes. En el barrio había muchas menos tiendas que ahora, y ella suplía así esa carencia.

Por aquel entonces, los estancos se concebían de manera diferente. Tenían un carácter más oficial y menos comercial. En ellos se compraba no sólo tabaco sino todo tipo de papeleo ligado al Estado, desde certificados penitenciarios hasta últimas voluntades, lo que, con la informatización de la burocracia o la actual gestión de estos trámites por otras vías como el registro civil, fue desapareciendo.

Un negocio que se reinventa

El estanco en su ubicación actual

El estanco en su ubicación actual

Los tiempos cambiaron y los estancos también hubieron de reinventarse. En 2005, el de Susa se trasladó a una esquina de amplios escaparates cerca de la capilla de A Milagrosa. En sus estanterías podemos encontrar cientos de marcas de tabaco, adaptados a las últimas tendencias de un mercado que, desde la subida de los precios de este producto hace unos cinco años, se diversificó para ofrecer alternativas más baratas, como el tabaco de picadura (más de 300 formatos y de 100 marcas diferentes encontramos a la venta en el estanco) o los puritos (envueltos en hoja de tabaco, y no en papel, y más baratos).

La nuera de Pilar, Susa, que es la que nos hace memoria de esta historia, nunca pensó terminar de estanquera, pero ahora no se arrepiente. Comenzó echando una mano en los domingos de feria y, cuando su suegro murió, en 1983, se incorporó al negocio para ayudarle a la suegra. Ahora a Susa ya la ayudan sus hijos. ¿Y va a haber relevo generacional?, le preguntamos al hijo que está en ese momento con ella en la tienda. Lo haya o no, me dice Susa, "mi deber es dejarles un negocio que funciona". Y a juzgar por la continua entrada de clientela en este tiempo que compartimos para rescatar recuerdos del pasado, parece que así lo va a hacer.


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